Transición energética: una oportunidad servida para el desarrollo de Latinoamérica (2024)

No hay duda de que la transición energética es una de las grandes realidades de esta época. Por cuenta de la amenaza que representa el calentamiento global y gracias al avance de la tecnología, el mundo ha aceptado que es necesario apoyarse en fuentes más limpias, ya sea para atender sus necesidades en materia de generación eléctrica o movilidad sostenible.

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Se trata claramente de un esfuerzo de largo plazo. Como lo señalan los acuerdos internacionales suscritos en el marco de las Naciones Unidas, el propósito consiste en limitar las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, hasta alcanzar eventualmente la neutralidad entre lo que se aporta y lo que se absorbe en cuestión de unas pocas décadas.

De lo contrario, los científicos advierten respecto a los inmensos riesgos que correría el planeta. Un aumento en las temperaturas promedio superior a los dos grados centígrados implicaría un alza importante en el nivel de los mares, el derretimiento de los glaciares y el desplazamiento forzado de centenares de millones de personas debido a eventos climáticos cada vez más extremos.

Transición energética: una oportunidad servida para el desarrollo de Latinoamérica (6)

No hay duda de que la transición energética es una de las grandes realidades de esta época. Por cuenta de la amenaza que representa el calentamiento global y gracias al avance de la tecnología, el mundo ha aceptado que es necesario apoyarse en fuentes más limpias, ya sea para atender sus necesidades en materia de generación eléctrica o movilidad sostenible.

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Si bien no es responsable de una situación que se gestó principalmente en el hemisferio norte, América Latina y el caribe han entendido que es hora de aportar soluciones.A su manera, la región está aplicando en la práctica aquello de la transición, una palabra que el diccionario de la Real Academia Española define como “acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”.

Queda claro
que aquello que
podría convertirse en
una crisis también
tiene como volverse
una oportunidad.

En tal sentido, desde el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) hemos querido hacer un aporte que les sirva a los países del área para definir su respectiva hoja de ruta. Ese es el propósito de nuestro más reciente Reporte de Economía y Desarrollo, que se edita anualmente desde hace dos décadas y que trata en profundidad temas que nos interesan a todos.

Con casi medio millar de páginas, el informe de 2024 tiene como título “Energías renovadas: transición energética para el desarrollo sostenible”. De manera rigurosa y franca hacemos un examen del camino recorrido, junto a los desafíos y oportunidades que en esta materia traen los años que vienen a los más de 600 millones de latinoamericanos y caribeños.

Para hablarlo con claridad, el propósito es cumplir con los compromisos asumidos en lo que respecta a reducción de emisiones, sin por ello renunciar a un crecimiento económico sostenido y una mejor distribución del ingreso. No hay duda de que debemos hacer las cosas de otra manera, pero ese costo no debe recaer sobre las poblaciones más vulnerables.

Puesto de otra manera, hay que conseguir el doble de censo de pobreza y emisiones, que no son objetivos mutuamente excluyentes. Insisto en que tenemos mucho que ganar. No solo contamos con condiciones excepcionales para la producción de energías a partir de fuentes renovables, sino que disponemos de grandes reservas de materiales críticos como litio, cobre o níquel.

No
está de más reiterar
que en la región hay
grandes yacimientos
de los minerales que
son indispensables
para la transición.

Al mismo tiempo, reconocemos los ajustes graduales que son indispensables en aquellos lugares en donde los combustibles fósiles son clave. De ahí que insistamos en que no hay una receta única. Cada país deberá elegir su velocidad, intensidad y estrategia de acuerdo con sus características.

Hablan los hechos

Cualquier análisis que se haga debe partir de una realidad: desde tiempos inmemoriales la energía, comenzando con el fuego, ha sido un insumo fundamental para el progreso material de la humanidad. En épocas más recientes, la invención de los motores a vapor fue determinante para la revolución industrial y el transporte.

Combustibles fósiles, como carbón, petróleo o gas natural hicieron factible ese auge, más allá de su conveniencia o de las ramificaciones económicas o políticas registradas. Ahora sabemos que lo ocurrido se tradujo en la emisión de más de 2.350 giga toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera desde 1850, de las cuales al menos dos terceras partes son atribuibles a estas fuentes minerales.

Debido a la acumulación de gases que capturan el calor, la temperatura promedio de la superficie terrestre ya es al menos1,1grados centígrados más elevada que en la segunda mitad del siglo XIX. Los trastornos son evidentes e incluyen fenómenos climáticos más severos y frecuentes. Más inquietante aún es lo que puede ocurrir en el futuro cercano si la progresión observada sigue o se acelera.

Sin entrar en predicciones apocalípticas, vale la pena señalar que los científicos han hecho advertencias que no pueden ser ignoradas, con el fin de que la matriz de generación tradicional sea sustituida por una cada vez más limpia.

Dentro de este contexto, América Latina y el Caribe contribuyó con cerca del 10 por ciento de las emisiones calculadas para 2019, dato inferior en tres puntos porcentuales a lo que representas un área dentro de la superficie terrestre. Parte significativa de esa cifra está relacionada con procesos de deforestación.

AMÉRICA LATINA
Y EL CARIBE
CONTRIBUYÓ CON
CERCA DEL 10 POR
CIENTO DE LAS
EMISIONES
CALCULADAS
PARA 2019.

En lo que corresponde a la generación de electricidad, no está de más subrayar que el segmento hídrico -caracterizado como limpio- es una fuente muy importante. Lo anterior confirma que la región cuenta con características individuales que demandan respuestas a la medida.

Y éstas requieren sustentarse en pilares que forman parte de la transición y comprenden energías de bajas emisiones, electrificación, eficiencia energética, desarrollo de combustibles de bajas emisionese incorporación de tecnologías de captura de carbono, cuando estén disponibles.

Adicionalmente, hay que tener en cuenta los compromisos asumidos por las naciones latinoamericanas y caribeñas en el marco del Acuerdo de París. En conjunto, el objetivo explícito es reducir las emisiones para 2030 en 10,8 por ciento frente a la cifra de 2020. Así las cosas, es imperativo trabajar en distintos frentes.

Desde el lado de la oferta, algo que va desde ampliar el abanico mediante la incorporación de más parques eólicos y solares, hasta una mejora en el rendimiento de las redes de transmisión y distribución. Entre las consideraciones que hace el informe de la CAF debo destacar la importancia del gas natural como combustible de transición.

Por ejemplo, si la mitad de los procesos que hoy usan petróleo y carbón se sustituyeran por este último sería posible alcanzar dos terceras partes de la meta de reducción de emisiones de la región para finales de la presente década.

Tampoco podemos olvidar la llamada electrificación verde. La proyección que tenemos es que la generación de energía en América Latina y el Caribe deberá aumentar en 3,6 veces frente a los niveles actuales, si queremos avanzar hacia la descarbonización.

Para que ese presupuesto se alcance, las fuentes renovables no convencionales tendrían que multiplicarse casi 14 veces mientras que la contribución de las hidroeléctricas necesitaría subir un 50 por ciento. Sabemos que hay retos en lo que atañe a la intermitencia y sistemas de almacenamiento, para lo cual es clave la integración energética y la calidad de la regulación.

A su vez, es conocido que América Latina es un importante jugador en biocombustible como el etanol. Tales avances pueden consolidarse en la medida en que mejore laproductividad agrícola y se puedan incorporar tierras degradadas. En un escenario más amplio, el hidrógeno muestra un gran potencial, si bien todavía hay incógnitas por resolver.

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Desde el lado de la demanda también se requieren acciones. Usuarios como la industria, los hogares y el transporte pueden evolucionar hacia un comportamiento más sostenible. Para citar un caso concreto, el consumo de leña para cocinar es todavía elevado en las familias que viven en el campo. Opciones más amigables con el medio ambiente y la salud están disponibles a un costo razonable.

Mención aparte merece el apoyo a los sistemas de transporte masivo de personas en el ámbito urbano, junto con el de carga liviana en las ciudades. Aquí la electrificación es la mejor alternativa, como lo muestran diversas experiencias ya en marcha tanto en buses como en metros.

Aparte de lo mencionado vale la pena hacer uso de herramientas transversales. Tal es el caso de la economía circular que promueve el reciclaje de plásticos y metales, además de reducir la contaminación.

Los impuestos a determinados combustibles sirven para desestimular el consumo de gasolinas, aparte de mejorar los ingresos fiscales. Por su parte, el apoyo a los mercados de carbono, que estimulan la protección de los bosques, son un instrumento que opera y podría crecer mucho más con el respaldo de entidades financieras y gobiernos.

Seguimos albergando el pulmón del mundo gracias a nuestros bosques. Estos son y seguirán siendo claves para absorber el dióxido de carbono, por lo cual hay que protegerlos mejor. Durante la próxima reunión de la COP16 que tendrá lugar en Cali, en octubre, hablaremos de ese y otros temas fundamentales.

Sería ingenuo desconocer que la transición energética está exenta de desafíos adicionales a los mencionados. Una mirada amplia muestra que la pérdida de importancia relativa de los sectores extractivos viene acompañada de interrogantes en lo que corresponde a ingresos públicos, acceso a divisas y cumplimiento de obligaciones financieras.

Al mismo tiempo, este proceso inevitable repercutirá sobre el mercado laboral pues diversas profesiones y oficios tenderán a desaparecer. A modo de ejemplo, los vehículos eléctricos usan menos piezas y sufren menos desgaste que los movidos por un motor de explosión. En la medida en que se masifiquen habrá menos espacio para los mecánicos.

Semejante perspectiva obliga a mirar lo que viene con los ojos bien abiertos. En el caso del mercado del trabajo habrá muchos más empleos verdes que demandarán nuevas habilidades, algo que exigirá programas de entrenamiento y desarrollo de capacidades.

Queda claro que aquello que podría convertirse en una crisis también tiene como volverse una oportunidad. No está de más reiterar que en la región latinoamericana hay grandes yacimientos de los minerales que son indispensables para la transición energética. A este respecto, vale la pena concentrarse en cómo dejar de ser exportadores de bienes primarios y concentrarse en operaciones en donde el valor agregado sea mayor y se consiga avanzar en materia de industrialización.

No es descabellado pensar en que logremos fabricar baterías u otros productos avanzados. Podemos ayudar a los demás y también ayudarnos.

Con el fin de que ese potencial se concrete, vale la pena aprovechar las condiciones naturales de radiación solar o fuerza del viento que hay en múltiples puntos de la región con el fin de generar electricidad a precios competitivos. Si eso se logra estarían dadas las condiciones para que la localización de plantas intensivas en energía -lo que se conoce en inglés como powershoring- acabe concretándose.

Sobra decir que un marco regulatorio atractivo, junto con reglas de juego estables, son un requisito a la hora de atraer inversiones. Buena parte de los millonarios recursos que demandará esta transición serán aportados por el sector privado, sin desconocer que una adecuada política pública es fundamental y que los gobiernos a escala nacional, regional o municipal deberán hacer lo suyo.

CAF también asumirá lo que le corresponde para que la transición energética sea justa y apoye el desarrollo sostenible. Aparte de comprometernos con que el 40 por ciento de nuestra cartera de préstamos entre dentro de la categoría de verde en 2027, trabajamos en la difusión de conocimiento y de buenas experiencias que puedan ser replicadas a lo largo y ancho de nuestra geografía.

No me cabe duda de que latinoamericanos y caribeños tenemos mucho que ganar en un mundo en el cual las fuentes de energía limpia sean preponderantes. Además de que la contención del calentamiento global nos serviría para preservar nuestra inigualable biodiversidad y limitar los desastres naturales, podemos progresar de una manera incluyente si hacemos las cosas bien. La oportunidad está servida. Es la hora de aprovecharla.

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